
Durante siglos, la región fue una de las más prósperas gracias a sus constantes relaciones comerciales con las flotas árabes del Océano Indio. En el siglo XVI, otros comerciantes, esta vez europeos comienzan a acercarse a sus costas. A partir de ese siglo comenzará la pugna entre árabes y portugueses por hacerse con el control comercial. Pero hacia 1720, los portugueses desistieron del empeño y el sultanato de Oman volvió a recuperar su anterior predominio.

Un siglo más tarde, en la década de 1820, los británicos en competencia con los alemanes, conseguirían sentar las bases para la que sería segunda colonia en importancia del imperio británico. Con la oposición y resistencia armada del pueblo Maasai, hacia 1890 los ingleses consiguieron imponerse y ocupar la mayor parte del país, llevando a cabo la realización de la principal infraestructura necesaria para la explotación del país, la construcción del
ferrocarril desde Uganda a Mombasa, en la costa keniata. Esto permitió que desde comienzos del siglo XX, la administración británica facilitara la instalación de numerosos colonos europeos que fueron arrebatando y echando de sus tierras a los pueblos autóctonos.
Pronto la resistencia de los keniatas en defensa de sus derechos sobre las tierras, así como por sus derechos políticos y económicos, encontraron un portavoz, Jomo Kenyatta, que supo durante los años 30 y 40 buscar eco a sus demandas en en la prensa europea. Terminada la Segunda Guerra Mundial, estas demandas se transformaron en la exigencia de la independencia de Kenia, exigencia que a menudo se manifestó de forma violenta, especialmente durante los 1948 a 1951, en que la guerrilla del Mau-Mau fue más activa. En 1963, el partido Kenyan African Uniion National (KANU), presidido por Kenyatta, y a pesar de los intentos inglese por crear otra alternativa, conseguía la proclamación de la Independencia, haciéndose con la dirección política del nuevo Estado.

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